El Consejo General de Dentistas afirma que la halitosis o e mal aliento es una patología muy común y establece tres tipos:
- Genuina o verdadera, el mal olor existe y se puede medir de forma objetiva
- Pseudohalitosis, no existe el mal olor bucal pero el paciente cree que si
- Halitofobia, cuando la persona ya ha sido tratada de este problema, pero subjetivamente sigue pensando que el mal aliento persiste.
En todos los casos, además de tratarse de un problema de salud, que puede ser síntoma de otras enfermedades, puede provocar problemas psicológicos y afectar las relaciones sociales, profesionales y afectivas de quienes lo padecen.
En el 90% de los casos detectados, el mal aliento se origina en la boca, y de este porcentaje, el 60% tiene su origen en enfermedades gingivales, y el resto en la lengua. No existe una mayor prevalencia entre hombres y mujeres, aunque lo cierto es que son las mujeres las que acuden al dentista por este problema. La edad también puede ser un desencadenante del mal aliento.
¿Qué causa la halitosis?
El mal aliento lo provoca la aparición de unos gases denominados compuestos sulfurados volátiles, y que son el resultado de la proliferación de bacterias procedentes de la fermentación de proteínas, de células que se encuentran en la saliva y de restos de comida que se quedan alrededor de las encías y la lengua. Por ello, las enfermedades gingivales -gingivitis y periodontitis-, las caries y los problemas nasales como la sinusitis, afecciones de garganta y del aparato respiratorio y del aparato digestivo también desencadenan la aparición de la halitosis.
Es importante destacar la importancia de limpiar la lengua, para evitar la aparición de lo que los dentistas denominan saburra lingual, y que podemos detectar cuando nuestra lengua presenta un aspecto blanquecino. La sequedad de la boca, las infecciones bucales, heridas quirúrgicas y la presencia de hongos también pueden desencadenar esta afección.
Alimentación y halitosis
Obviamente el mal aliento también tiene su origen en aquello que comemos o consumimos. Al ingerir alimentos como el ajo, la cebolla, el huevo, el queso o algunas especias, el torrente sanguíneo absorbe sus aceites y los transporta a los pulmones, que los emiten por la boca, hasta que el organismo los elimina por completo. El tabaco, el café y el alcohol, así como el uso de determinados medicamentos también propician la halitosis. Lo mismo ocurre con la falta de vitamina C, el consumo excesivo de grasas y las dietas bajas en calorías.
¿Qué hacemos para evitar la halitosis?
Puesto que en la mayoría de las veces tiene su origen en la boca, debemos acudir a nuestro dentista para que compruebe si se trata de una afección bucal y tratarlo.
En cualquier caso, evitaremos el mal aliento intensificando nuestra higiene bucal, e incorporando al cepillado y al uso del hilo dental la limpieza de la lengua. El consumo de agua, un mínimo de dos litros al día, también nos ayudará a combatirlo. Respirar siempre por la nariz también es un factor coadyuvante.
Si la halitosis persiste puede ser un síntoma de otras patologías más severas y tu dentista te derivará a otros profesionales médicos para detecten y/o descarten la causa que la provoca.
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